Objetivo cero accidentes: la evolución tecnológica en la seguridad del vehículo por HELLA

Las tasas de accidentalidad en las carreteras españolas muestran una curva a la baja que, aunque el pasado 2016 se vio interrumpida por un repunte que parece que continúa este año, ha logrado descender las cifras de víctimas en accidentes de tráfico en torno a 5 veces desde 1989, el año más trágico de nuestra historia, a pesar de que el número de vehículos se reducía a la mitad que ahora. De las 9.344 víctimas de aquel año hemos pasado a las 1.810 de 2016, si bien es cierto que este último ejercicio presentó un incremento del 7% respecto a 2015 (teniendo en cuenta que el número de desplazamientos de largo recorrido se incrementó en 18,6 millones, un 5% más). Así, de los 11,6 muertos diarios en carretera en el año 2000, pasamos a los 5 en 2016.

Muchos son los factores que han contribuido a este descenso y a que España tenga una tasa de fallecidos muy por debajo de la media europea (39 muertos por millón de habitantes en oposición a los 51 de Europa), convirtiendo nuestro país en uno de los que mejores niveles de seguridad vial presentan en todo el mundo. La mejora de las infraestructuras, la concienciación de los conductores con las normas de circulación y los elementos de seguridad, las campañas llevadas a cabo desde la administración… Son solo algunas de estas causas.

Sin embargo, una de nuestras asignaturas pendientes, y así se destaca en informes de la DGT, es la antigüedad de nuestro parque de vehículos. En 2016 la edad media de los vehículos implicados en accidentes mortales ha crecido hasta los 13,6 años en turismos, 11,1 en furgonetas y 9,5 en motos. Este hecho compromete la seguridad de los usuarios de las vías públicas, ya que los modelos antiguos presentan un mayor número de averías y están peor preparados para proteger la integridad de sus ocupantes ante posibles accidentes.

La evolución de los sistemas de seguridad en los automóviles ha presentado en los últimos años un espectacular progreso gracias al avance de las nuevas tecnologías y la electrónica del vehículo. Desde aquellos primeros sistemas que hoy son ya los decanos de la seguridad vial (habitáculo indeformable, cinturón de seguridad, reposacabezas, airbag, ABS, etc.), hemos asistido a una sucesión de mejoras que han hecho que conducir hoy sea hasta 200 veces más seguro que hace 5 décadas.

Si bien los nuevos avances no podrán alcanzar nunca las cifras de mejora que aportaban aquellos primeros métodos, toda contribución es poca, y los sistemas de asistencia a la conducción están aportando un nuevo valor para limitar y acotar los factores que se nos siguen haciendo esquivos: el entorno y el error humano. Se trata de sensores capaces de detectar posibles factores de riesgo en la situación y poner en sobreaviso al conductor, e incluso actuar por sí mismos ante circunstancias de peligro.

Desde los sistemas originarios, como el avisador de cinturones, el sensor de presión de neumáticos o el uso de luces de conducción diurna, hasta las más avanzadas funcionalidades como el aviso de abandono de carril, la frenada de emergencia o la llamada de emergencia eCall.

Estos métodos de seguridad se integran cada vez con mayor asiduidad en los modelos de nueva fabricación –algunos de ellos ya son obligatorios- y todos ellos aportan datos de prevención de accidentes muy esperanzadores. La velocidad inadecuada, el cansancio o sueño y las distracciones al volante se encuentran entre las 6 causas más frecuentes de accidentes mortales o con heridos graves. Los sistemas de asistencia a la conducción ya cuentan con herramientas que contribuyen a mitigar estas problemáticas, como el sistema de adaptación inteligente de la velocidad o el de vigilancia del conductor, capaz de detectar la atención y el nivel de fatiga.

Como muestra un estudio de HELLA, proveedor global de componentes de automoción y especialista en las áreas de electrónica e iluminación del vehículo, en torno al 30% de los accidentes ocurren de noche, cuando nuestra agudeza visual está más limitada. Los sistemas de iluminación adaptativos son capaces de adaptar y regular su haz de luz para no interferir en la trayectoria de otros conductores, o de identificar peatones y obstáculos para una detección más rápida por parte del piloto.

Los propietarios de los vehículos no somos los únicos que tenemos que ponernos al día ante este nuevo escenario que la tecnología abre ante nosotros; los talleres, responsables de la puesta a punto de nuestros vehículos, requieren de equipamientos específicos y formación especializada para el correcto mantenimiento de estos sistemas. Cada vez que el coche sufre una avería o algún daño en la carrocería, los sensores y radares responsables del funcionamiento de los sistemas ADAS (por sus siglas en inglés) deben ser nuevamente regulados y calibrados. De no ser así, la información recogida y los indicadores mostrados pueden dar resultados erróneos, poniendo en peligro la seguridad de los ocupantes del vehículo y del resto de usuarios. Solo este tipo de equipos faculta al profesional de la reparación a realizar una puesta apunto completa de los sistemas ADAS, que será indispensable para cualquier taller de aquí a unos años, pues la presencia de estos dispositivos en los vehículos es cada vez más frecuente

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